Rodar teléfono en mano_Joseph Morder.
Por MARTÍ FREIXAS - 21/01/2009
Un autor que viene muy a cuento citar en esta casa, interesada en los nuevos sistemas y formatos de comunicación. Joseph Morder, un hombre documentado y documentalista un provocador de nuevas sensaciones cinematográficas.
"Joseph, para mí, no es un autor ni un cineasta. Filma como otros pintan o escriben, es decir, desde que dejó la infancia, y filma cada día. Es un filmador". Así describe Alain Cavalier a Joseph Morder (Trinidad y Tobago, 1949) cineasta underground francés que vivió toda su adolescencia en Latinoamérica. Autor de una obra extensa que se ramifica por diversidad de géneros (ficción, documental, archivo de eventos, innumerables documentos sonoros y fotográficos), de su filmografía nace un extenso diario filmado que se funde con su propia vida. Comenzó a rodarlo a los 18 años, ha tenido visibilidades variadas - proyecciones episódicas, largometrajes como Memorias de un judío tropical-y ha tomado un nuevo giro cuando el Festival Pocket Films le dio un encargo para rodar con un teléfono móvil con cámara. Este proyecto se convirtió el pasado mayo en Francia en la primera película rodada íntegramente con móvil estrenada en salas comerciales: J´aimerais partager le printemps avec quelqu´un (Me gustaría compartir la primavera con alguien).
En la película se pregunta constantemente sobre las posibilidades visuales del móvil en una búsqueda de una escritura específica para la nueva cámara, entroncada por su realizador con el super 8 mm. El diminuto tamaño del teléfono no intimida a los interlocutores o incluso permite a Morder pasar del todo desapercibido. Se convierte en una extensión del cuerpo, una cámara-mano con alto grado de personalización de lo filmado, parece un intrumento idóneo para captar relatos íntimos. En pantalla de grandes dimensiones la definición de las tomas es buena hasta que hay un poco de movimiento. Entonces se crean distorsiones en la imagen, obviamente más notorias en la pantalla del cine. Y si el movimiento aumenta ( en algunos instantes felices el realizador canta, brinca y baila por el balcón, Nokia en mano) se crean bruscos cambios de luz, desenfoques y acumulación de píxeles imprecisos. Estas frecuentes imperfecciones alejan al formato de la constante pulcritud y nitidez de las cámaras digitales para aproximarnos a imágenes a medio definir, rostros más palpables y, en el fondo, a sensaciones más caóticamente reales.
Morder tiene toda una técnica personal de escritura cinematográfica desarrollada, un sistema tan arraigado y natural que de él sólo puede nacer algo totalmente libre. Hace el diario como respira; retazos de su vida profesional, sus amigos, su cinefilia, su amor, sus divertidas o tristes reflexiones, Fragmentos acompañados por una voz en off improvisada en el mismo momento de la grabación, con sensiblidad ante la vida y sinceridad ante el espectador. Por su humor y sus guiños políticos se puede comparar con algunas obras de Chris Marker, por su combinación de vitalidad y mirada poética, con Jonas Mekas, pero sería injusto no reclamar un sitio propio para Joseph Morder quien hoy en día sigue rodando su diario.
Teléfono móvil en mano.
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