LA REVOLUCIÓN GOOGLE (EN TRES ASPECTOS)
Por Jorge Carrión 18/2/09
Aunque tarde, mejor que nunca. Muy buen artículo de Jorge Carrión para CULTURA/S donde lo encontré (no tengo internet por irressponslabl...), una semana después y visitando Salonkritik, aquí está.
1. No pasado.
Wikipedia debe su nombre a “wiki wiki”: “rápido” en hawaiano; el de Yahoo! es posible que mezcle la referencia culta a Los viajes de Gulliver con una broma privada de sus fundadores; el de Google proviene de un juego de palabras. En el siglo XXI hemos pasado de McDonalds, Coca-Cola o Nike –marcas de nombre descriptivo o mitológico– a no-logos neologistas y autorreferenciales. Marcas que nominalmente sólo apuntan a sí mismas. Su raíz se encuentra en el private joke, en la irreverencia, en la ironía: y eso constituye la potencia del salto –digamos– ontológico que están protagonizando.
La gestión del conocimiento que proponen atenta a sabiendas contra el concepto de autoridad desde su propia formulación nominal. Las palabras “enciclopedia” o “imprenta” poseen etimología, una historia previa a su materialización tecnológica; la historia de la palabra “google” no sólo nace con la propia palabra “google”, sino que además engendra futuro semántico, se convierte en verbo, se impone como una dimensión de lo real que es pura generación de presente. Un presente infantilizado: las aplicaciones de Google conforman un parque de atracciones en colores donde es imposible aburrirse. Remite en nuestros días a un mito equivalente: el del equipo de guionistas de Los Simpson. Tanto en una marca como en la otra encontramos jóvenes sobradamente preparados que investigan las nuevas posibilidades del humor de siempre, de las narrativas del presente y de la tecnología del futuro, informalmente, sin traje ni corbata. En la I+D, cuanto más desenfadada mejor, está el seguro económico del porvenir.
En las os de la marca se representa esa dilatación del presente: Gooooooogle. Al dilatar el tiempo real, establece una poderosa tensión con el futuro. Su creación ex nihilo (año 0 d.G.) obliga a reconsiderar la Historia entera, necesariamente fragmentada a partir de entonces en entradas (de Google). Con ella se relaciona obsesivamente: su vocación de archivo universal, su escaneo de libros, su necesidad de legitimación como instrumento de la Democracia (palabra con densa etimología).
Esas tensiones existen tanto en la pantalla (y en los súper-servidores) como en cada cerebro humano.La asociación de ideas, desde siempre, se ha correspondido simbólicamente con la sinapsis que dos neuronas establecen entre sí. Pero en nuestro momento histórico, en que la navegación internáutica se conoce como surfing, la asociación ya no es bimembre, sino múltiple. Superficialmente múltiple. De hecho, las palabras (las metáforas) son útiles pero inadecuadas: en realidad ni surfeamos ni navegamos, saltamos, alocadamente, pero las metáforas (las palabras) también alivian: por eso las utilizamos.
2. Las artes en el presente Google.
La multiplicación de enlaces es el primer ladrillo de dos proyectos de artistas hispánicos prácticamente contemporáneos. El más conocido, quizá, es el de Joan Fontcuberta, que en sus Googlegramas reflexiona sobre el diálogo entre la fotografía digital del siglo XXI y los iconos de la historia del arte, gracias a un programa que crea mosaicos a partir de búsquedas con palabras clave. De hecho, son estas, al fin y al cabo, la semilla neuronal que una vez plantada en la ventana del buscador inicia la búsqueda que culminará en la obra. Por su lado, el dramaturgo Alfredo Sanzol está llevando a cabo una trilogía cuyo texto es creado a partir de búsquedas de Google: escribe el título de la obra que pretende crear, abre los enlaces, imprime los contenidos y tras la lectura del dossier resultante confecciona la obra. Los disparadores han sido siempre los títulos: Risas y destrucción, Sí, pero no lo soy y Días estupendos. La segunda obra se representó en el madrileño Centro Dramático Nacional, con una curiosa tensión con el anacronismo: tanto la escenografía como la música remitían a los años 60, mientras que la genética del texto se inscribía furiosamente en el siglo XXI.
Se trata de dos ejemplos en que dos tipos de Google constituyen sendas herramientas de trabajo en la forma y el contenido de un proyecto artístico. El director de cine Iñaki Lacuesta y la guionista Isa Campo, en cambio, están actualmente trabajando en una obra que critica frontalmente a la empresa Google. Lugares que no existen –Goggle Earth, que tendrá forma de instalación artística, es una investigación sobre el terreno que cuestiona la imagen pixelada de Google Earth, una empresa al fin y al cabo que, como tal, se debe a sus clientes. Contra la falsificación visual, contra la manipulación de las imágenes satelitales, Lacuesta y Campo han rodado in situ para demostrar que lo que retrata Google Earth no siempre se corresponde con la realidad.
Si Google, por tanto, comercia tanto con imágenes reales como con ficciones, es verosímil que el arte también juegue en esa doble dirección: los cineastas catalanes confrontan la realidad con la mentira; The Glue Society, un colectivo con sede en Sydney y New York, en cambio, ficcionaliza a partir de Google Earth. En su proyecto God’s Eye View muestra fotografías satelitales que registran momentos bíblicos: la crucifixión de Cristo, Moisés y el pueblo elegido en el Mar Rojo, el Arca de Noé y ni más ni menos que el mismísimo Paraíso.
En Artscience. Creativity in the Post-Google Generation (Harvard University Press, 2008) David Edwards defiende una nueva era en que la creación científica y la artística se fecunden mutuamente, gracias a la tecnología. Edwards dirige el centro de experimentación artística Le Laboratoire en París y da clases de ingeniería biomédica en Harvard. Tanto su filosofía creadora como su propia práctica del espacio sintonizan con nuestra época Google.
3. Etimología del futuro.
Se podría decir que los ejemplos comentados son las demostraciones visibles de cómo Google y los buscadores están cambiando el arte contemporáneo. Sin embargo, lo que realmente interesa se encuentra en lo invisible. En los cerebros de los escritores, artistas plásticos, cineastas, críticos culturales. El cambio de hábitos de consumo a través de la pantalla está creando tradiciones personales inesperadas; vueltas de tuerca al concepto de “influencia”; experimentación radical en la privacidad de un portátil. En esos laboratorios donde las descargas, el streaming, las consultas, la apropiación, el sampleo y las escrituras se superponen, Google actúa como centro de difusión (como hall, como ascensor). Como corazón: a partir de él se circula, se distribuye, se bombea. Él administra nuevas direcciones de lectura, más superficiales, más wiki-wiki; él cambia, por tanto, nuestro modo de pensar y de crear. Antes de él fueron la imprenta, el telégrafo, el teléfono, la computadora; pero a diferencia de esos avances tecnológicos, los buscadores no tienen carácter de prótesis anatómica o sensorial. Su analogía no es tanto la biblioteca de babel como Hal; o –mejor– su miniatura: cada uno de nuestros cerebros.
Mi generación es la que creó Google: somos los últimos que crecimos confiando en las fuentes, creyendo en los maestros, luchando por conseguir la información, con fe en la autoría. Nos hemos adaptado rápidamente a algunos aspectos del nuevo paradigma; pero no ha dejado de ser una adaptación. Para un niño de ocho años el potencial de Google ya es tan natural como Ronald McDonalds, la Coca-Cola sin cafeína o el “just do it”. Para él –digamos: para el sobrino o el hijo de Larry Page– el descubrimiento de que McDonalds es un apellido escocés, de que la cola y la coca son substancias naturales y de que Niké es una diosa griega llegará a través de búsquedas de Google.
Viene de Jorge Carrión
Vía Salonkritik
1 comentario:
sabias que youtube es de google!!!
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