30 noviembre 2007

Excrementos y otras bellas artes.

Con esta nueva exposición en la galería Lisson de Londres, el artista madrileño Santiago Sierra ha llevado hasta límites insospechados la estrategia de provocación que le ha granjeado tantos adversarios como partidarios. Esta vez, sin embargo, la provocación podría pasarle inadvertida al espectador al contemplar la obra más importante de esta doble muestra de su trabajo: 21 módulos antropométricos de idéntica forma geométrica y aspecto terroso dispuestos en las tres salas de la sede principal de Lisson. La clave de este despliegue la ofrece un texto impreso en el muro de una de las salas, que cuenta que esos módulos han sido hechos con excrementos humanos recogidos en las ciudades hindúes de Nueva Delhi y de Jaipur por los trabajadores del movimiento sanitario Sulabh International of India, muchos obligados desde la infancia a acarrear mierda humana en compensación por la maldad desplegada en su vida anterior. Después de su recolección, la materia fecal permaneció tres años en reposo hasta que las autoridades sanitarias hindúes la malograron con la tierra y permitieron su exportación a Inglaterra.


Para el artista "ha sido una experiencia de aprendizaje casi religiosa"

Elena Crippa, la comisaria de la exposición, ve en esta pieza "un resultado previsible del talante irreverente, dadaísta de Santiago, quien en obras siempre directas y potentes llama la atención sobre las situaciones más inhumanas del mundo, como la supervivencia del régimen de castas en la India". Sierra no niega esta interpretación, pero añade que la realización de la obra supuso para él "una experiencia de aprendizaje casi religiosa", dada por su descenso "hasta el fondo de la condición humana" y su "regreso con algo que está excluido de las actuales autopistas de la información".

En la segunda de las sedes de Lisson, Sierra expone la documentación de cinco trabajos anteriores: tres realizados en Caracas y tres, en México. Trabajos provocadores como Estudio económico de la piel de los caraqueños, que reúne en una serie de fotografías en blanco y negro, acompañadas de dos cuadros estadísticos sobre la correlación existente entre la blancura y la oscuridad de la piel en la capital de un país donde se niega el racismo. La siguiente pieza consistió en introducir cuatro automóviles con el motor encendido en una sala de arte. El CO2 resultante era capturado por unas mangueras en el extremo de cada tubo de escape y conducido al exterior de la sala. El arte, entonces, como agresiva intoxicación y desprecio por el entorno.

Sumisión, es una de las tres piezas mexicanas cuya documentación se expone desde esta misma tarde, en medio de la expectación de un medio artístico, habituado a las provocaciones del Young British Art, con Damian Hirst a la cabeza. Y a las del propio Sierra, que en una ocasión cerró a cal y canto la puerta de Lisson en una inauguración y dejó a todos los invitados en la calle. Sumisión fue una obra realizada en el marco de un proyecto artístico internacional sobre Ciudad Juárez, con abultadas cifras de mujeres asesinadas. Sierra eligió un descampado cerca de la frontera con Estados Unidos, para mandar excavar en el suelo las letras de 15 metros de largo de la palabra "sumisión". El plan era llenarlas de combustible y prenderles fuego un día y a una hora determinadas. La policía mexicana impidió la acción. "Lo terrible es que la tragedia de Ciudad Juárez sigue allí y nadie en el fondo hace nada para evitarlo".

Con esta nueva exposición en la galería Lisson de Londres, el artista madrileño Santiago Sierra ha llevado hasta límites insospechados la estrategia de provocación que le ha granjeado tantos adversarios como partidarios. Esta vez, sin embargo, la provocación podría pasarle inadvertida al espectador al contemplar la obra más importante de esta doble muestra de su trabajo: 21 módulos antropométricos de idéntica forma geométrica y aspecto terroso dispuestos en las tres salas de la sede principal de Lisson. La clave de este despliegue la ofrece un texto impreso en el muro de una de las salas, que cuenta que esos módulos han sido hechos con excrementos humanos recogidos en las ciudades hindúes de Nueva Delhi y de Jaipur por los trabajadores del movimiento sanitario Sulabh International of India, muchos obligados desde la infancia a acarrear mierda humana en compensación por la maldad desplegada en su vida anterior. Después de su recolección, la materia fecal permaneció tres años en reposo hasta que las autoridades sanitarias hindúes la malograron con la tierra y permitieron su exportación a Inglaterra.


Para el artista "ha sido una experiencia de aprendizaje casi religiosa"

Elena Crippa, la comisaria de la exposición, ve en esta pieza "un resultado previsible del talante irreverente, dadaísta de Santiago, quien en obras siempre directas y potentes llama la atención sobre las situaciones más inhumanas del mundo, como la supervivencia del régimen de castas en la India". Sierra no niega esta interpretación, pero añade que la realización de la obra supuso para él "una experiencia de aprendizaje casi religiosa", dada por su descenso "hasta el fondo de la condición humana" y su "regreso con algo que está excluido de las actuales autopistas de la información".

En la segunda de las sedes de Lisson, Sierra expone la documentación de cinco trabajos anteriores: tres realizados en Caracas y tres, en México. Trabajos provocadores como Estudio económico de la piel de los caraqueños, que reúne en una serie de fotografías en blanco y negro, acompañadas de dos cuadros estadísticos sobre la correlación existente entre la blancura y la oscuridad de la piel en la capital de un país donde se niega el racismo. La siguiente pieza consistió en introducir cuatro automóviles con el motor encendido en una sala de arte. El CO2 resultante era capturado por unas mangueras en el extremo de cada tubo de escape y conducido al exterior de la sala. El arte, entonces, como agresiva intoxicación y desprecio por el entorno.

Sumisión, es una de las tres piezas mexicanas cuya documentación se expone desde esta misma tarde, en medio de la expectación de un medio artístico, habituado a las provocaciones del Young British Art, con Damian Hirst a la cabeza. Y a las del propio Sierra, que en una ocasión cerró a cal y canto la puerta de Lisson en una inauguración y dejó a todos los invitados en la calle. Sumisión fue una obra realizada en el marco de un proyecto artístico internacional sobre Ciudad Juárez, con abultadas cifras de mujeres asesinadas. Sierra eligió un descampado cerca de la frontera con Estados Unidos, para mandar excavar en el suelo las letras de 15 metros de largo de la palabra "sumisión". El plan era llenarlas de combustible y prenderles fuego un día y a una hora determinadas. La policía mexicana impidió la acción. "Lo terrible es que la tragedia de Ciudad Juárez sigue allí y nadie en el fondo hace nada para evitarlo".

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