La Blogothèque. Conciertos para llevar la música a la no ficción
Por: Adriana Requena
Adriana me sorprende con un artículo muy reflexionado a cerca de las nuevas tendencias del audiovisual y del cine musical. ¿Donde están los límites? ¿Donde encajar estas piezas?
En otra esquina de esta red hay un videoblog donde la música acontece: La Blogothèque, un webzine que explora nuevas posibilidades para la creación y difusión de la música y el vídeo, dependiendo absolutamente de la conectividad entre sus agentes. Los agentes somos todos nosotros: seguidores, realizadores, bloggers y músicos que participamos de esta historia de amor y de Internet.
Una vez dentro de la página un clic en Concerts à emporter (”Conciertos para llevar”) nos coloca frente a una colección de más de cien cortometrajes en vídeo, de género por discutir, de conciertos breves, en directo y sin repeticiones, de las bandas que van tentando y encontrando los creadores de la web. Arcade Fire, Arquitechture in Helsinsky, Bon Iver, Elysian Fields, Menomena, I’m from Barcelona, Au Revoir Simone, Beirut, Animal Collective, Vampire Weekend, Yeasayer, Man Man, Fleet Foxes, etcétera, en una pantalla compartida. No pretenden ser inventario de nada, pero a fuerza de recomendaciones entre amigos y buenas reseñas se han vuelto un referente de lo que los críticos musicales han acordado llamar “buen gusto” en la música indie.
Ciertos rasgos formales se repiten en casi todos los vídeos: el concierto se graba en un único plano secuencia, bastante saturado en la coloración, que se filma con cámara en mano y con sonido directo. Al comienzo y al final, justo antes y después del título y los créditos respectivamente, montan algunos planos de contexto de, por ejemplo, la calle o el bar donde se lleva a cabo el concierto, el calentamiento de los músicos, afinación, etc. Todos estos rasgos serán nuestros indicios.
Basta ver uno de estos videos para, además de todas las sensaciones que generan, llenarse de la pregunta clave detrás de las ideas que comienzo a tejer: ¿son videoclips o documentales? ¿es cine amateur? ¿Cómo han alcanzado lo masivo a partir de una poética tan del detalle? ¿Interesa discutirlo? Pues me aventuro a responder a la última pregunta en plural: sí que nos interesa. Encontramos aquí un anclaje vivo desde el cual interrogar muchos de los asuntos que hoy preocupan y ocupan a la crítica y a la práctica de la no ficción.
Cada vídeo sugiere distintas discusiones, pero en plano general podríamos distinguir: la confusión de géneros, la superación de la representación hacia la experiencia, la articulación de los agentes como base del acontecimiento que inscribe, lo amateur como vehículo de lo íntimo hacia lo masivo, y la transformación de sus propuestas en las réplicas de sus espectadores.
¿Cómo nombrarlos?
A nivel genérico no hay demasiado que revolver. El sistema de géneros, inaugurado en las poéticas clásicas como conjunto de principios normativos eternos, ya ha adquirido su historicidad con el formalismo ruso y nos llega bastante revuelto. No pretendo entonces categorizar para encontrar ni el cosmos en el caos, ni una solución moderna, sino interrogar una frontera. Intentar clasificar a grandes rasgos los Concerts à emporter nos servirá, en todo acaso, para hablar de los límites que estos problematizan como producto híbrido.
Explorando esta encrucijada genérica podemos rastrear dos tradiciones enunciativas bastante amplias: la del videoclip musical, bastante institucionalizada, y la de la no ficción, siempre seductoramente problemática. Pero antes de entrar a exponer mis especulaciones comparto una frase de los mismos creadores de la web: “Cuanto más avanzamos más tenemos la sensación de que los Concerts à emporter se acercan a una idea, una verdadera: van al encuentro de la música y del cine, del documental y de la captura pura, buscan dar ritmo a la imagen y colores a la música, son acontecimientos y testimonian el acontecimiento.”
En cuanto al videoclip la coincidencia con La Blogothèque radica simplemente en que en ambos intentos se crea una pieza audiovisual a partir de una canción. En algunos casos les sirve de excusa, en otros de detonante, pero siempre es el pre-texto. Las diferencias por otra parte son innumerables. Hablando siempre en términos de tendencia, es decir generalizando, podemos reconocer el videoclip como un género de vocación ficcionalizante: desarrolla historias con planteamiento, desarrollo de conflicto y desenlace, inventa personajes fantasiosos (héroes, víctimas, princesas), mitifica la figura del músico hasta la perversión rockstar, obstaculiza la circulación de la vida de las canciones hacia la vida de los espectadores.
Los Concerts, en cambio, se hacen desde la idea y el deseo del acontecimiento, en busca de lo real posible de la performance musical. El principio general es sacar a la banda del estudio, del escenario, y colocarla en un espacio no convencional, a veces callejero, a tocar una canción frente a un público no ordinario: extraordinario. Algunos de los conciertos se dan a solas con los músicos en espacios íntimos como un piso privado, un baño, una azotea, etc., pero muchos ocurren caminando por la calle, en la plaza, en el parque, y estos son los más interesantes. En estos se potencia N veces el encuentro imprevisto y la sorpresa, que es la clave a partir de la cual se enriquece el acontecimiento. Ver por ejemplo los vídeos de Menomena y Soundteam.
Este es el motor detrás del videoblog: lo que puede pasar, frente a la cámara y detrás de la cámara, en el momento en que la música se hace frente a un público azaroso. Y lo proponen, lo inducen y lo registran/inscriben desde una mirada participativa, es decir una mirada que a su vez acontece.
Desde la cámara se elige un lugar para comenzar, se prevé un recorrido a grandes trazos tanto para la banda como para el propio realizador y comienza el concierto. Después del ‘rec’ todo será azaroso, y a eso se comprometen cuando deciden hacer los vídeos en una única toma de plano secuencia. Vemos una cámara que busca el gesto del músico, la atmósfera, mientras baila, duda, encuentra, se queda y vuelve a la búsqueda: el plano secuencia lo deja todo expuesto. La cámara, casi siempre en manos de Vincent Moon (creador del website), desnuda su lectura del momento y esto vuelve su experiencia la inscripción misma. El vídeo, la huella, es la propia transformación de la ejecución musical en interpretación del realizador, quien la reejecuta a su vez desde su punto de actuación como camarógrafo (1). Ver, por ejemplo, el clip de Elysian Fields.
El sonido es siempre directo. Los micros, casi siempre a cargo de Chryde (otro de los fundadores de la página), salen en cuadro infinidad de veces y sus movimientos también se registran. Saturaciones, superposición de sonidos del mundo y de la música en el mundo, comentarios del público, conversaciones entre los realizadores y los músicos, todo nos habla de una superación de la preciosista mezcla de estudio. Aquí el sonido, su posibilidad de error, su error, su presencia, vigoriza la inscripción de esa vida que acontece irrepetible.
La perfomance, mutua propulsión
Como en ese cuento del árbol que aunque caiga no suena a menos que haya alguien que lo escuche, sabemos ya que es el lector/espectador el que completa/reabre el sentido de cualquier texto. Desde esta idea entendemos que la música, en tanto que arte performativa, se sucede cuando el ejecutante y quienes lo escuchan se encuentran. Tienen varias maneras de encontrarse: en el disco, de forma no simultánea y sin posibilidad de diálogo inmediato; en el concierto tradicional, de forma simultánea y con la posibilidad de un tipo de diálogo demarcado por la distribución de roles artista – público (mediado por el escenario, la taquilla, la mezcla de consola, etc. y con la función de cumplir ciertas expectativas); y en los conciertos imprevistos donde las condiciones favorecen otro tipo de articulación.
En los conciertos imprevistos se vencen parcialmente los poderes atribuidos a los agentes por esta distribución de roles de la performance prevista. El músico se ve expuesto a una relación más horizontal donde debe seducir a un público por primera vez. Todo depende de cómo sepa articularse con este público, más allá de la correcta ejecución técnico-artística de su pieza, independientemente del gusto compartido por un estilo de música y de lo alcanzado en la mezcla de su disco y los logros de su distribución. Para efectos de la realización el inducir estos conciertos imprevistos y de pequeña escala ofrece la oportunidad de documentar una relación de flujos de deseo multidireccional. La cámara registra tanto la enunciación como la reacción, el aplauso y su reacción, la articulación en presente.
Como cualquier romance, en el que se necesitan dos amantes para llamarse tal, en el registro de la performance todas las partes han de estar incluidas en las imágenes que lo inscriben. Filmar a un solo agente, dejando a los demás perdidos en la abstracción sin tiempo ni espacio de la cuarta pared, sería reducir su realidad, bloquear su deseo. Los Concerts à emporter no sólo capturan esta reacción de quienes escuchan sino que inscriben los deseos del realizador, su reacción, a través un trabajo de cámara decididamente expresivo en tanto experiencial. Ver como ejemplos ilustrativos los vídeos de Hidden cameras y Bon Iver.
Íntimo y masivo
El estilo coincide totalmente con lo que estamos acostumbrados a denominar cine aficionado: planos secuencias de cámara en mano, fuertes contrastes, interacción con los realizadores, en fin una estética aparentemente no cuidada que vinculamos a la espontaneidad del video doméstico. La cuestión está en que esto es una decisión estética. Parte de una necesidad genuina de los realizadores de romper con las artificiosas formas que tiene la industria musical de representar a las bandas.
Se lleva a cabo una preproducción para concertar los encuentros con las bandas, acordar localizaciones, días, puestas en escena desde la cuales partir, pero los vídeos dan la sensación de nacer cuando se empieza a grabar. En cierto modo es así por todo lo comentado sobre la irrepetibilidad y el imprevisto, sólo que se conciben sus rasgos generales previamente, se inducen y finalmente se filman para construir o reforzar la credibilidad sobre lo espontáneo y su posibilidad real de acontecer. Lo amateur, doméstico, cercano, genera una fuerte sensación de intimidad con los espectadores y es reforzado por las condiciones de distribución de los vídeos. Todos los conciertos se cuelgan en la web y pueden ser disfrutados de forma libre y ser descargados libremente. Son nuestros, sin más. La posibilidad de comentar inmediatamente después de haber visto los vídeos abre una dimensión participativa al asunto que obtiene mucho más volumen cuando confirmamos que existen réplicas a la experiencia en otras ciudades del mundo. Como ejemplo cercano contamos con venuspluton!, inspirados por la Blogotheque. Desde Barcelona compilan vídeos de conciertos en lugares no habituales en plano secuencia (”venusplutones”), sonido directo y difusión gratuita online, y han ampliado y variado las ideas iniciales de Moon, como por ejemplo con vídeos de remontaje (”fotogramarojo”) o de grabaciones de conciertos desde el escenario (”directoalavena”), entre otras iniciativas.
Con un promedio de cincuenta mil visitas al día (varios millones al año), podemos reconocer el carácter masivo y popular de La Blogothèque. La vehiculación de sentido que se genera a partir de la identificación que late en el cine amateur es mi única respuesta. Esta poética del detalle, que recupera las cuestiones y los encuentros más cotidianos como agentes transformadores recuerda aquella frase de Unamuno: “el repensar los lugares comunes es el mejor medio que tenemos para librarnos de su maleficio”. El lugar común del género, del formato, del estilo, del dualismo… todo esto desbordado, repensado, ha dado pie a la hibridación, a la apertura de unos sistemas que comenzaban a empolvarse, y a la maduración de archigéneros musicales como el Indie, prácticas mediáticas como las de los Concerts à emporter, espacios como La Blogothèque. Hay que seguir revolviendo, porque también en la cotidianidad habita la sorpresa.
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(1) Moon apuesta ahora por filmar a distintas bandas de la misma ciudad en una sesión de improvisación que convoca. Así pretende componer una imagen video de una escena musical local en la que se inserta a través de su trabajo. Hasta la fecha sólo ha intentado una vez, en Copenhaguen, y aún no lestá colgado, pero la sola intención y lo fértil de este encuentro nos habla de cómo instrumentaliza la videocreación. Para conocer más sobre su trabajo se pueden visitar sus páginas web: Temporary Areas y vincentmoon.com.
Vía BLOGS&DOCS
1 comentario:
Muy buen artículo, sin duda son muy buenos consejos que hay que tener en cuenta.
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